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Discurso En La Vispera De Las Elecciones Generales

Ammán

7 De Octubre De 1989

 

En el nombre de Dios, el Clemente y el Misericordioso

Queridos ciudadanos,

Hermanos y hermanas,

Hijos e hijas,

 

Os enví o mis saludos y afecto. Me dirijo a vosotros hoy cuando nos preparamos todos para comenzar una nueva fase en la vida de nuestro pueblo á rabe jordano, cuyo primer paso será la reanudació n de la vida democrá tica parlamentaria. Sin duda os dais cuenta de que la vida de las naciones está constituida por una serie de fases relacionadas entre sí . Cada una de estas fases está marcada por sus propias caracterí sticas diferenciales, distintas y relacionadas con fases que las preceden y las siguen. Os dais cuenta sin duda de que una nací on viva, consciente de su progreso, aprovecha sus experiencias pasadas para eludir los errores y las equivocaciones. Una nació n así no puede vivir aislada del resto del mundo ni de la historia. De otra forma caerí a en el abismo del atraso y del olvido, llegando incluso a la extinció n. Y es una cuestió n de prudencia, ahora que estamos en el umbral de esta nueva época, tener en la mente estos hechos y comprender la naturaleza de nuestra situació n, de tal manera que no nos dejemos llevar por el entusiasmo y la desviació n hasta el punto de caer, olvidando la realidad.

Me dirijo a vosotros hoy, hablando só lo de la razó n a la razó n, y de corazó n a corazó n, cá lida y abiertamente. Empecemos haciéndonos las siguientes preguntas: ¿Cuá l es la í ndole de esta fase futura y cuá les son sus caracterí sticas? ¿Qué posicí on ocupa en nuestro mapa histó rico jordano? ¿Cuá les son las circunstancias objetivas que han producido esta etapa, dá ndole un cará cter tan distinto?

Mi repuesta a estas preguntas será el objeto de mi discurso y la exposició n que os hago hoy de mis pensamientos, para que llevemos conjuntamente nuestras responsabilidades con seriedad, consciencia y confianza.

Muches creen que estamos llamando a las puertas de una nueva era solamente porque reanudamos nuestsa vida democrá tica parlamentaria. Veo en esto algo de verdad, pero no la verdad completa. Nuestra vida parlamentaria quedó suspendida solamente por un corto perí odo de tiempo, pero no hemos celebrado elecciones generales desde hace casi un cuarto de siglo. En cuanto a las causas, los hechos son bien conocidos de todos vosotros. Al principio era imposible convocar estas elecciones porque Cisjordania cayó bajo la ocupació n israelí en junio de 1967. De no ser por esto, habrí o elecciones en 1971, al finalizar el mandato del Parlamento elegido en abril de 1967. Profundamente preocupados por asegurar una participació n ampliamente popular bajo aquellas extraordinarias circunstancias, adoptamos todas las medidas dentro de los pará metros de la Constitució n, en sustitució n de un Parlamento elegido en debida forma. Ampliamos legalmente el mandato del Parlamento de 1967. Luego, en un estadio posterior, modificamos la ley electoral para permitir la eleccí on de nuevos miembros cuyos escan os habian quedado vacantes al fallecer les representantes de Cisjordania que habí an sido elegidos en 1967. Cuando se hizo evidente que, diez an os después de su elecció n, este Parlamento habí a perdido su cará cter representativo y no estaba en posició n de ofrecer al pueblo la oportunidad de expresar su opinió n a través de sus representantes, fundamos el Consejo Nacional Consultativo, seleccionando sus miembros entre los representantes de diversos sectores de la sociedad y de las regiones, con adhesió n a los principios de la Shura, que nunca habí amos abandonado. A pesar de todo ello, está bamos convencidos de que el Consejo Nacional Consultativo no podí a substituir a un Parlamento elegido libremente. Cuando nos dimos cuenta de que está bamos a punto de encontrarnos con un problema constitucional debido a la prolongació n de la difí cil situació n, restablecimos el Parlamento cubriendo los puestos vacantes de Cisjordania y celebrando al mismo tiempo elecciones en la orilla oriental.

Esta situació n se prolongó hasta que aparecieron nuevas circunstancias como resultado de la gloriosa intifada del pueblo palestino. Ello llegó a constituir un factor significativo en los escenarios polí licos internacionales y regionales, y su objetivo era el establecimiento de un Estado palestino independiente en Cisjordania y la franja de Gaza bajo el liderazgo de la Organizació n para la Liberació n de Palestina, ú nico representante legí timo del pueblo palestino. Siempre hemos creí do que subrayar

la identidad nacional del pueblo palestino en el territorio de Palestina era la mejor ayuda que podí amos ofrecer a su valiente intifada contra la ocupació n expansionista. Por lo tanto, en respuesta a los deseos de la OLP y a la decisió n de los paí ses á rabes, adoptamos la resolució n de cortar los ví nculos legales y administrativos con Cisjordania el 31 de julio de 1988. Una consecuencia de esta decisió n para Jordania fue que se eliminaron los obstá culos que impediá n para celebrar elecciones parlamentarias generales. La ley electoral fue rnodificada en consecuencia para conformarse a la nueva situació n. Por lo tanto, nos estamos preparando para unas elecciones generales por primera vez desde 1967. Esto significa, entre otras cosas, que los ciudadanos que tienen entre 19 y 41 an os de edad podrá n ejercer sus derechos democrá ticos por primera vet en su vida. Pero ¿só lo las elecciones generales anuncian la llegada de una nueva era, o existen ademas otros factores? Es inevitable que las elecciones generales constituyan una sen al importante del perí odo venidero. En cualquier caso, es el fruto de una decisió n que hemos adoptado conscientemente, de conformidad con nucstro compromiso hacia la Constitució n. Sin embargo, hay otros dos factores que contribuyen a hacer muy nuevo el periodo que se abre:

El primero es el hecho de que la decisió n de celebrar elecciones generales poco después de cortar los ví nculos legales y administrativos con Cisjordania en 1988, coincide con el proceso de reevaluació n que hemos emprendido y que era indispensable dos décadas después de la ocupació n israelí de Cisjordania. Ese perí odo habí a sido testigo de importantes acontecimientos y procesos, el principal de los cuales era que Jordania tení a que enfrentarse con las consecuencias de la ocupació n israelí , durante la cual hemos llevado a cabo cuatro planes de desarrollo. Nuestro pueblo experiment ó profundamente las consecuencias de la prosperidad econó mica que inundó la regió n a consecuencia de la subida de los precios del petró leo, lo que produjo una elevació n del nivel de vida, aumentó el consumismo y la rá pida acumulació n de riquezas personales, la realizació n de obras de infraestructura, un mejor sistema de sanidad y la ampliació n de la educació n superior. Ademá s, se establecí o durante este perí odo un mayor contacto con el mundo exterior, bien a través de la introducció n de la televissó n o por medio de la educació n universitaria y los viajes al extranjero. Se consiguió el progreso social en varies niveles: las mujeres obtuvieron el derecho al voto y se presentaron a las elecciones, se creó un sistema de seguridad social, y se extendió el sindicalismo, el trabajo social y voluntario y las actividades juveniles. Este perí odo también fue testigo de un desequilibrio mayor entre el aumento de la població n y los recursos disponibles, especialmente las reservas de agua. Por otra parte se produjo un aumento del desempleo entre los graduados universitarios. En resumen, aquellos an os fueron testigos de transformaciones profundas tanto socioeconó micas como culturales, cuya consecuencia natural tení a que ser una rica experiencia y una abundancia de nuevos valores y aspiraciones junto a algunos efectos adversos. La combinació n de todos estos resultados, tanto negativos como positivos, reclamabá n una seria evaluació n. En efecto, hemos dado comienzo ya a una reevaluació n de nuestro sistema educativo. Sin embargo no pasó mucho tiempo antes de que nos viésemos confrontados con otro reto: el de hacer frente al problema econó mico y financiero, que también requerí a la necesaria reevaluació n. Si todo ello habiá de significar algo, era que el futuro serí a nuevo, no solamente por la reanudació n de la vida democrá tica parlamentaria, sino también como resultado de las responsabilidades que tendremos que compartir todos juntos. El nuevo Parlamento no habí a de ser, como algunos tienen tendencia a creer, una mera plataforma de declaraciones polí ticas. Serí a má s bien una institució n nacional a través de la cual todos participá ramos para cristalizar las polí ticas nacionales en todos los aspectos: en la industria, el comercio, la agricultura, el turismo, la educació n y la cultura, los recursos humanos y los servicios, el agua, la energí a y la població n. Las responsabilidades que imponen los procesos objetivos a nuestro alrededor hacen muy nuevo al perí odo que viene. Este es el primer factor, que es de orden endó geno en sus dimensiones y elementos, como bien percibí s.

El segundo factor se relaciona con las circunstancias objetivas y la evolució n en los á mbitos regional e internacional, con consecuencias directas e indirectas en el escenario nacional jordano.

A nivel regional existen aú n tres conflictos en espera de solució n:

El conflicto irano-iraquí , que está en este momento bloqueado en el alto el fuego, aunque no se ha obtenido ningú n avance un an o después del Acuerdo debido a las lamentables maniobras y obstaculizació n de los lí deres iraní es, que proyectan dudas sobre sus intenciones reales en la regió n del Golfo. Esto coloca a la regió n en situació n de alerta, lo que entorpece el proceso de reconstrucció n en el contexto de las relaciones de paz y buena vecindad.

El conflicto á rabe-isrealí , cuyo nú cleo es el problema palestino, aú n hace estragos entre el sufrido y luchador pueblo palestino a través de su valiente intifada, y la ocupació n israelí , lo que continú a obstaculizando los esfuerzos de paz debido a su jactancia y terquedad, por miedo a una paz equitativa. Bajo estas circunstancias, todaví a oí mos y leemos sobre planes sionistas y sobre esquemas que reclaman a Jordania como patria alternativa para los palestinos. Al mismo tiempo, observamos esfuerzos para dejar al margen a Jordania y limitar su papel y eficacia como parte de la estrategia del enemigo de decapitar a las fuerzas á rabes en la confrontació n. Esto nos impulsa a esperar un nuevo desastre para forzarnos a abdicar de nuestras legí timas pretensiones, como ha ocurrido a menudo. Nuestra consciencia, cohesió n y cooperació n como jordanos y á rabes, son los ú nicos medios de frustrar los esquemas del enemigo. Nuestra ansiedad en relació n con estos planes está má s justificada todaví a por nuestra falta de conciencia sobre dichos esquemas y nuestro desconocimiento de de dichos esquemas y nuestra incapacidad para actuar en consecuencia.

E1 conflicto libanés con sus complicaciones ha dado origen, entre otras cosas, a un conflicto islá mico-cristiano. El conflicto, que era inicialmente artificial y que pronto se agravó con ayuda de fuerzas externas no á rabes, nos impulsa a creer que nuestra nació n se encuentra frente a nuevas tentativas hostiles de dividirla por motivos confesionales y religiosos. Ello constituye un peligro superior a cualquier otro para nuestra seguridad nacional porque procede del interior. Los medios utilizados para conseguirlo fueron tan malévolos como el propio objetivo: a través de la religió n utilizada para fines polí ticos, como medio de conseguir el poder y como instrumento de polí tica extranjera; o como medio por parte de determinados paí ses de llevar a cabo ciertos planes y satisfacer ambiciones a través del reclutamiento de un pequen o numero de individuos creyentes de mente simple, y de otros que buscan riqueza y poder, entrená ndoles a matar y sabotear y cometiendo los hechos má s horrendos y abominables, que violan los principios religiosos y los valores má s elementales: desde el asesinato de personas inocentes a la toma de rehenes y colocació n de bombas en la Santa Kaaba, a la matanza de peregrinos durante el mes de Ramadá n, entre otros actos similares. Lo má s perturbador es que todo ello se comete en nombre de la religió n, que es inocente de estos crí menes. El terror cometido ha sobrepasado las atrocidades israelí es y sus diarias medidas opresoras contra el pueblo palestino indefenso, que lucha por sus derechos legí timos, humanos y nacionales. La perversidad y la maldad han alcanzado tales niveles que sus actos se han hecho despreciables para los fieles, responsables de defender los verdaderos valores y principios del Islam contra las deformaciones de los que persiguen determinados objetivos. Otro grupo, por su parte, ha optado por ocuparse noche y dí a de temas secundarios y arcaicos como el de la mujer como una entidad fisica, en lugar de como madre, hermana e hija o como ser humano capacitado, olvidando que el Islam es la religió n de los valores que suprime los instintos animales en el ser humano, ya sea hombre o mujer, y que el Islam ha sido la religió n del trabajo intenso y la productividad, que no permite discapacitar a la mitad de la sociedad ni mira con condescendencia a nuestras madres, hermanas e hijas.

 

  • Nuestra religió n queridos hermanos, es una religió n de perdó n y moderació n: "Así hemos hecho de ti un pueblo bien equilibrado, para que pueda ser testigo sobre las naciones, y el Mensajero testigo sobre vosotros;"
  • El Islam es la religió n de diá logo: "Y argumentar con ellos de la manera má s indicada;”
  • También es la religió n del respeto al ser humano: "Que si uno mata a una persona, salvo en caso de asesinato o para extender la maldad por la tierra, es como si matase a todos los hombres; y si alguien salva una vida, es como si salvase la vida de todos los hombres;”
  • Y la religió n de la compasió n: "No te enviamos sino por compasió n hacia todas las criaturas;”
  • Y también de la cortesí a: "si fueras rudo y de corazó n á spero, se habrí an marchado de tu lado," "pero ciertamente eres una criatura extraordinaria.”

 

Con los intentos de explotar la religió n para propó sitos polí ticos y sus repercusiones en el Lí bano, en forma de diversas organizaciones, milicias y partidos, tendrí amos que advertir que lo que se ha querido representar es un conflicto cristiano islá micó en el Lí bano. Lo que se ha pretendido concretamente es dividir a los á rabes desde dentro e influir en el futuro de la ciudad santa de Jerusalén de una forma perjudicial para los derechos e intereses á rabes, aprovechando lo que está ocurriendo en el Lí bano como pretexto para vaciar de su contenido el pacto Omarí . Este pacto definió las relaciones entre cristianos y musulmanes y permitió la coexistencia entre ambos, como un solo pueblo á rabe con aspiraciones comunes, que trabajaba por conseguir los mismos objetivos a través de los siglos. Pero lo que está sucediendo a nuestro alrededor y en medio de nosotros es grave y de mayor magnitud, y requiere vigilancia y má s atenció n para prever lo que se está planeando para nosotros y para nuestra ciudad santa. Por eso apoyamos los esfuerzos de Comité Tripartito, le deseamos todo tipo de éxitos en su tarea, y exhortamos a la cooperació n de todas partes, para que se salven ellos mismos y a nuestra nació n de caer en la trampa que nos han colocado nuestros enemigos.

En el plano internacional, es tiempo de que nos demos cuenta de que la confrontació n Este-Oeste se ha transformado en cooperació n, y la dependencia de uno u otro bando ha dejado de tener sentido. La evolució n de los hechos confirma lo que hemos estado advirtiendo. Como resultado del cambio en el plano internacional, las grandes potencias se está n concentrando má s en sus propios problemas y está n desplegando esfuerzos a nivel internacional para rechazar los peligros que amenazan la vida en este planeta, para salvarlo de la destrucció n, sorteando tanto los peligros del armamento de destrucció n masiva, desarrollados por el hombre y acumulados por los Estados, como la degradació n del sistema ecoló gico, gracias al cual sobrevivimos. Las nuevas prioridades han obligado al mundo a concentrarse má s en resolver los problemas internacionales y regionales que resultan de la excesiva explotació n de los recursos nacionales. Sin duda, esta tendencia nos alcanzará dentro de poco y tenemos que estar preparados, no sea que tengan efectos contrarios para nosotros á rabes, si no atendemos a lo que está ocurriendo a nuestro alrededor o estamos enzarzados en nuestras propias discordias y asuntos de poca importancia. Estas son las circunstancias regionales e internacionales que estamos viviendo.

Dichas circunstancias exigen de nosotros responsabilidades especiales puesto que, a través de los retos que plantean, se anuncia una nueva era.

Por encima y aparte de todo lo que se ha dicho, el Consejo de Cooperació n Arabe es el resultado de nuestro compromiso hacia el panarabismo, que ha sido fruto de esfuerzos conjuntos de los hermanos á rabes en Egipto, Iraq y el norte de Yemen. Es una expresió n de nuestra visió n comú n sobre la importancia de la integració n econó mica á rabe y de nuestra comprensió n del ví nculo que existe entre el problema del progreso, por una parte, y la seguridad y unidad de todo el pueblo á rabe, por otra. A este respecto, estamos profundamente convencidos de que la supervivencia de esta Nació n y su resurgimiento, al igual que su recuperació n del lugar que le corresponde entre otras naciones, se relacionan directamente con su completa unidad. Para que la Nació n Arabe sea capaz de contribuir y tomar la iniciativa en lugar de limitarse a ser receptora de los acontecimientos, y para que participe en vez de reaccionar, tendrí a que actuar como una sola, mereciendo así su patrimomo histó rico y sus magnificas glorias, mediante una vuelta a la construcció n, contribució n y participació n en el progreso de la humanidad, como una nació n unida.

Para llevar a cabo sus objetivos y alcanzar sus propó sitos, el Consejo de Cooperació n Ará be necesita una visió n unificada, una convicció n unificada y esfuerzos comunes de todos los ciudadanos y todos los responsables polí ticos, independientemente del lugar que ocupen. De acuerdo con ello, y para permitir una mayor interacció n entre los representantes de los pueblos en el Consejo de Cooperació n Arabe, va a establecerse pronto un Comité parlamentario que pueda llevar a cabo la coordinació n entre sus miembros y que después funcione como marco institucional, para poder encauzar las esperanzas, opiniones y experiencias. Hacemos esto con la convicció n de que la integració n econó mica y la acció n colectiva para encontrar una fó rmula prá ctica que pueda lograr la tan deseada unidad á rabe, es algo que requiere una participació n popular auténtica desde abajo.

Por lo tanto, lo que esperamos, al asumir la responsabilidad hacia nosotros mismos y hacia futuras generaciones, es que la nueva Cá mara Baja que vosotros elijá is, estará a la altura de la tarea paná rabe que nosotros, junto con nuestros hermanos en el Consejo de Cooperació n Ará be, estamos determinados a tomar sobre nuestros hombros en cumplimiento de las aspiraciones de nuestros pueblos y utilizando las lecciones extraí das tanto de las experiencias pasadas como de las experiencias ajenas en esta materia.

 

Queridos ciudadanos,

 

Las razones y consideraciones expuestas, ya sea a nivel nacional, paná rabe o internacional, hacen que el perí odo que comienza sea nuevo. No nos contentaremos con contemplar la llegada de lo nuevo, ya que toda novedad pronto se hace familiar y pierde su frescura. Só lo lo que beneficia al pueblo conserva un brillo permanente. Hagamos que la pró xima era sea fructí fera y eficaz a través de la democracia parlamentaria, que garantiza un compromiso real e inteligente; una era que fundamenta su eficacia en el diá logo responsable y reflexivo, en la inteligencia equilibrada y las opiniones moderadas, y en la capacidad de distinguir lo que es posible de lo que es ilusorio, lo real de lo irreal, el interés nacional del estrecho interés personal o de partido, y verifiquemos la verdad de las frases que excitan las emociones pero tienen pocas posibilidades de llevarse a la prá ctica. Esperemos adquirir como punto de partida plena conciencia de nuestra seria responsabilidad nacional y paná rabe. Esta capacidad diferenciadora es la garantí a de la elecció n de una nueva Cá mara Baja capaz de impulsar la verdadera democracia basada en la participació n institucional. Recordemos en todo momento que nuestra patria necesita de personas capaces de abordar sus problemas y preocupaciones de forma racional, realista, creativa y equilibrada, y no de quienes lo llevarí an al nivel de los suen os y de la imaginació n real, en un mundo de ilusiones y de frases vací as.

El éxito de la experiencia está en vuestras manos. Es un acto de confianza en vosotros, tanto electores como candidatos. Y no puedo imaginarme que ninguno de vosotros desee que la experiencia fracase por extremismo y confusió n. Nada puede igualar mi compromiso con la constitucionalidad de mi Reinado, excepto mi preocupació n por vuestros intereses y los del paí s, así como por los de nuestra Nació n Arabe, ademá s de por el bienestar de las generaciones futuras. Nadie, excepto el Todopoderoso Alá , puede pretender la eternidad. No olvidemos que los retos que tenemos delante son inmensos y gigantescos y reclaman todos los sinceros esfuerzos de que seamos capaces para hacerles frente. Son retos relacionados con nuestra propia existencia y nuestro futuro, así como con el futuro de nuestro paí s y su seguridad. No olvidemos que nuestra experiencia nos ha ensen ado una lecció n fundamental: la posició n de nuestra patria, basada en los principios, y su resistencia para afrontar los retos. Cuando volvemos a examinar el pasado, con sus aspectos positivos y negativos, estamos plenamente satisfechos de lo conseguido y lamentamos algunos de los contratiempos. Aunque haya habido equivocaciones aquí y allá , nos tranquiliza el hecho de que los éxitos son má s numerosos y exceden a nuestra limitada capacidad. Las equivocaciones nos han conducido hacia algunas carencias que debí amos paliar. No permitiremos que las nubes del pasado empan en la luminosidad del man ana. Sin embargo, somos conscientes de que no podrí amos habernos enfrentado a muchos de los retos, como lo hicimos, si hubiésemos admitido los chantajes o sucumbido a cualquier tentació n.

 

Queridos hermanos,

 

Hemos vivido como una sola familia, cuyas relaciones se caracterizaban por el respeto mutuo, y esto se pondrá a prueba durante la campan a electoral, ya que los candidatos compiten unos contra otros para ganar escan os. El mutuo respeto y el afecto son lo que nos mantiene unidos, asi como los valores y la ética que siempre hemos defendido y que son las piedras angulares de una competició n honorable y correcta. Confí o en que los candidatos evitará n las campan as negativas y la animosidad que resultarí a en acusaciones mutuas, calumnias y difamació n. Deberá n elevarse por encima de las expresiones incorrectas y el lenguaje indecente. Los medios para llegar al desempen o de los cargos pú blicos han de ser tan nobles como los fines. Su objeto deberí an ser las preocupaciones y las aspiraciones del paí s. Su contenido, ha de ser de la mayor solidez. Los candidatos deberí an presentar programas eficaces y apropiados, cuyo fin sea resolver los problemas y no complicarlos, y abordar las cuestiones, tanto a nivel nacional como al má s amplio nivel paná rabe. Ello nos permitirá continuar la marcha, con la ayuda de Dios, en el marco de la cooperació n y el entendimiento, que son la columna vertebral de nuestra familia y el firme hilo con que hemos tejido nuestra unidad nacional, para nosotros sagrada, y por la que estamos dispuestos a sacrificar nuestras vidas.

Os exhorto a todos, votantes y candidatos, a estar a la altura de las expectativas y a asumir las responsabilidades que conllevan los retos a que me he referido, de los que, con seguridad, sois conscientes. El candidato tiene la obligació n de ser honrado en sus planteamientos y opiniones, y el votante tiene el deber patrió tico de elegir a la persona que crea capaz de representar sus intereses y los del pais de la mejor manera. Porque el que vote por motivos distintos a sus propias convicciones, compromete su conciencia, y el que así obra, traiciona a la Nació n y al paí s. Y yo jamá s he pensado, ni por un momento, que no seá is personas de buena conciencia. Confio en vuestra consciencia, vuestra pureza, vuestra sabidurí a, vuestra honradez y vuestro buen juicio, ademá s de en vuestro compromiso nacional. También confí o en vuestro compromiso con la constitució n y en que cumpliréis con vuestras obligaciones, de la manera má s sincera y honrada.

Por ello, estoy seguro de que superaremos la nueva fase llenos de esperanza en el futuro, y confiando en nuestra capacidad de resolver nuestros problemas, tratar nuestros asuntos y continuar nuestro camino. Estamos resueltos a que tenga éxito esta experiencia y a que el perí odo que comienza sea un perí odo de trabajo serio y de logros, tanto en el plano nacional, como en el internacional.

Pido a Alá Todopoderoso que os conceda éxito y ayuda , tanto a los votantes como a los nuevos miembros del Parlamento, y ruego que nos conceda energí a y fuerza para asumir nuestras responsabilidades y cumplir juntos con nuestros deberes.

 

Que la paz, la misericordia y la bendició n de Dios estén con vosotros.


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